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lunes, 2 de junio de 2014

El salto del oxyrinchus


Secuencia fotográfica de Tom Lynch realizada a 50 millas de NJ.

En el mundo de los tiburones, el marrajo (Isurus oxyrinchus) es quien ostenta el récord de salto de altura: más de 7 metros por encima de la superficie algunos elevan el listón hasta los 9 m. Una cifra espectacular para la que hace falta mucha potencia y una gran punta de velocidad. Se ha calculado que un salto de 6 m requiere una velocidad aproximada de 40 km/h. ¿Cómo lo consigue?


La respuesta es sencilla: siendo un marrajo, el más rápido de todos los tiburones, y una de las criaturas más veloces del mar. Por este motivo, algunos lo llaman el halcón peregrino del océano, imagen tal vez poética, pero no del todo justa, pues de momento ese honor les corresponde a los peces vela (Istiophorus albicans e Istiophorus platypterus), que pueden llegar a alcanzar nada menos que los 110 km/h. Tal es la estimación obtenida durante unas pruebas de velocidad que se llevaron a cabo en Florida, en las que un pez vela atlántico (I.
Pez vela atlántico (I. albicans).
albicans) se llevó 100 yardas (91,4 m) de línea en tres segundos (claro que el bicho estaba pegando saltos, de modo que tal vez habría que rebajar un poco la cifra).

Calcular velocidades dentro del medio acuático no resulta nada fácil. Entre otras cosas, es imposible conseguir que alguno de estos bichos nade en linea recta a toda velocidad a lo largo de un tramo de mar bien acotado y medido. Por eso no es extraño que en la literatura abunden más las estimaciones que los datos objetivos, las cifras incuestionables. Hay quienes consideran que el marrajo alcanza puntas de velocidad de 60 km/h, otros de 75 km/h, y algunos incluso de 110 km/h o más. Pero todos estos números están sujetos a discusión, bien por discrepancias sobre el método empleado para las mediciones y/o las estimaciones, bien porque las condiciones en que fueron realizadas no eran las más apropiadas. En todo caso, se ha podido medir con bastante fiabilidad un ejemplar adulto nadando a 50 km/h. Que no está nada mal.

Foto Mandy Hague
El marrajo está diseñado para la velocidad: cuerpo fusiforme perfectamente estilizado, rematado en un característico morro cónico muy afilado, y dotado de una poderosa musculatura que transmite toda su potencia a un pedúnculo caudal reforzado con grandes quillas laterales para mover una cola en forma semilunar ideal para lanzarse a la carrera. De hecho, los grandes velocistas del mar —atunes, bonitos, peces espada— tienen un diseño caudal bastante parecido. Todos ellos, por cierto, forman parte de la dieta en la que se ha especializado nuestro tiburón. En el análisis de los contenidos estomacales de no pocos ejemplares se han encontrado restos de algunas de estas especies que estaban enteros, en perfecto estado (obviamente hablamos de aquellos que todavía no habían comenzado el proceso de digestión), que tan solo mostraban profundas heridas hacia la mitad del cuerpo, lo cual parece indicar que el tiburón logró inmovilizarlos en una persecución clavándoles sus afiladísimos dientes, antes de tragárselos enteros.

A punto de abalanzarse sobre un cebo (extraordinaria foto de Joe Romeiro).
Volviendo a nuestro tema, y para terminar, no está claro el porqué saltan los marrajos. No se ha podido asociar claramente tal comportamiento a algún objetivo específico, bien de carácter reproductor, trófico, o comunicativo. Solo sabemos que cuando pica un anzuelo puede llegar a realizar hasta 9 saltos consecutivos sacando el cuerpo entero fuera del agua, y ello a pesar del freno que le impone la línea a la que está mortalmente sujeto. Esto parece que gusta mucho a los pescadores deportivos... que dicen sentir atracción por los animales combativos... Y uno no puede evitar pensar que ya le gustaría ver a algún señor valiente de esos "combatiendo" dentro del agua, frente a frente, de tú a tú, con alguna de estas magníficas criaturas... En fin.



>>Si queréis conocer otros tiburones "saltarines", podéis visitar los posts El salto del brevipinna y El salto del ditropis.

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