Primer plano de un tiburón blanco. Foto: Andrew Fox, Rodney Fox Shark Expeditions. |
Pues resulta que esos «ojos sin vida, de muñeca», esos ojos «negros y quietos» que Quint describió en aquella magistral escena de Tiburón, llenando nuestros corazones de más angustia, si cabe, ni son negros ni carecen de vida ni están quietos. La realidad es que, vistos bien de cerca, los ojos del tiburón blanco, al igual que los de sus parientes más cercanos, los marrajos, se parecen más a los de una cabra montesa miope que a los de cualquier monstruo o muñeca diabólica que se nos ocurra. La ciencia siempre cortándonos el rollo.