Diversidad, biología, evolución, ecología, pesca, conservación, evolución, con especial atención a las especies presentes en Galicia.

domingo, 31 de diciembre de 2017

El "cuento chino" del C. lusitanicus

Arriba: Ejemplar de Centrophorus lusitanicus supuestamente procedente de aguas portuguesas donado por Barbosa du Bocage al Museo de Historia Natural de Londres. Macho juvenil de 742 mm con el número de registro BMNH 1867.7.23.2. Centro: Ilustración que acompaña la descripción original de esta especie (Barbosa du Bocage & de Brito Capello, 1864). Abajo: Registro de la donación de un lote de tres tiburones por parte Barbosa du Bocage al mencionado museo londinense. El primero es una visera (Deania calcea), el segundo de la lista es el C. lusitanicus que figura arriba, y el tercero una bruja (Scymnodon ringens). (Fuente de las tres imágenes: White, Ebert, Naylor, Zootaxa, 2017).

La literatura científica refiere que el quelvacho luso (Centrophorus lusitanicus) es un pequeño tiburón de aguas profundas muy poco conocido que habita entre los 300 y los 1400 m, si bien sobre todo entre los 300-600 m. Fue descrito por primera vez en aguas de Portugal por José Vicente Barbosa du Bocage y Félix António de Brito Capello en 1864, siendo su rasgo morfológico más característico, que sirve para diferenciarlo de los otros quelvachos presentes en esta parte del Atlántico el quelvacho (Centrophorus granulosus), el quelvacho negro (Centrophorus squamosus) y el galludito (Centrophorus uyato), que posee una primera aleta dorsal muy larga. Esta es, a grandes rasgos, la teoría que quienes sentimos fascinación por las especies del mar profundo casi hemos memorizado tras recorrer decenas de guías y manuales... y los gallegos con un punto de contrariedad y, a ratos, de recelo, pues por más que compartimos con los vecinos del sur un sinfín de especies, este tiburón jamás ha sido registrado en aguas de Galicia, no figura en ningún listado. ¿Por qué en Portugal, un par de millas más abajo, si y aquí no?

jueves, 30 de noviembre de 2017

La memoria del tiburón

Pintarroja colilarga gris (Chiloscyllium griseum). Foto: Silke Baron, tomada de Wikimedia Commons.
Mucha gente sigue todavía creyendo que los tiburones son seres esencialmente estúpidos, dotados de un cerebro tan elemental que solo son capaces de pensar en una única cosa: triturar turistas. El que una idea así siga vigente en la mente de demasiada gente, a despecho de la cantidad de trabajos que, con radical contundencia, se han encargado de desmontarla en estos últimos años y cuyas conclusiones han aparecido en decenas de documentales y de reportajes de carácter divulgativo, a veces da para pensar si no seremos los seres humanos los que resultamos ser a veces un poco elementales, de piñón fijo, y nos cuesta deshacernos de conceptos e ideas aunque se nos demuestre que la verdad vaya por otro lado.
     La realidad es que los tiburones no solo son bichos sumamente inteligentes, sino que demuestran tener más memoria que cualquier votante medio de este país, por poner una comparación sin duda odiosa pero certera. Son capaces de almacenar bloques de información durante por lo menos un año entero y echar mano de cualquiera de ellos en el momento que lo necesiten para obtener algo que les resulta útil y beneficioso.

martes, 31 de octubre de 2017

Problemas taxonómicos de mielgas y galludos (Squalus)

Mielgas (Squalus acanthias). Foto de Andy Murch, bigfishexpeditions.com.
Los tiburones constituyen en general un grupo bastante complejo a nivel taxonómico. Y no solo nos referimos a especies como los pejegatos (género Apristurus), que viven bien lejos de nosotros en los rincones más profundos y apartados del océano, sino también a grupos tan comunes o familiares —casi podríamos decir "domésticos"— como el de las mielgas y galludos que de vez en cuando encontramos en nuestras lonjas y de los que hoy nos vamos a ocupar aquí.

sábado, 30 de septiembre de 2017

Los orígenes del tiburón de Groenlandia

Tiburón de Groenlandia (Somniosus microcephalus). Foto de Julius Nielsen.
No dejéis que su nombre os lleve a engaño. Los dormilones o tiburones soñolientos (género Somniosus) ocupan uno de los lugares de honor entre los grandes señores del mar profundo, especialmente sus tres representantes más grandiosos: el tiburón de Groenlandia (Somniosus microcephalus), el dormilón del Pacífico (Somniosus pacificus) y el dormilón antártico (Somniosus antarcticus), que pueden llegar a superar los 6 m de longitud total (no está mal). Nadan y se mueven lentamente, como si estuviesen muertos de sueño o de cansancio, de ahí su nombre, pero en realidad son potentes y despiadados depredadores de una amplia variedad de presas, desde teleósteos y cefalópodos hasta mamíferos marinos... y terrestres (tranquilos, los dormilones son también carroñeros, no es que salten a tierra para cazar renos o caballos). De ellos podríamos hablar durante días, por ejemplo para describir su especial estrategia de adaptación a las gélidas temperaturas de los polos [véase también La edad del tiburón de Groenlandia]; pero hoy nos vamos a centrar en cuestiones taxonómicas y evolutivas igualmente fascinantes

jueves, 31 de agosto de 2017

El día del tiburón (1976)

Portada del original. Fuente: ABC.
Vamos a cerrar este agosto tan extraño con un delicioso reportaje publicado por el mítico e inefable Tico Medina en el semanario del ABC nada menos que en 1976, a rebufo de la película de Spielberg. Parecería extraño que un amante de los tiburones (vivos) recomiende la lectura de un texto que habla de su pesca y muerte, pero es interesante entre otras razones porque nos permite hacernos una idea de cuál era la mentalidad que teníamos en aquel entonces en nuestro país hacia estos animales y qué era lo que sabíamos de ellos.

lunes, 31 de julio de 2017

Negra (Dalatias licha)

Dalatias licha (foto: Rafael Bañón).


Negra

Dalatias licha (Bonnaterre, 1788)

(es. Negra, carocho; gal. Gata torpedo, torpedo; in. Kitefin shark; port. Gata.)

Orden: Squaliformes
Familia: Dalatiidae

En mayo pasado aparecía en la playa de A Lanzada un extraño bicho que llamó mucho la atención de propios y extraños. Las fotos, en las que se apreciaban sus enormes dientes inferiores, no tardaron en circular masivamente por las redes sociales. Muchos se quedaron atónitos —en algún caso dejando traslucir una pizca de desasosiego— al conocer que en nuestras aguas habita un tiburón de aspecto tan particular e inquietante.

viernes, 30 de junio de 2017

La pesca trágica (Paisajes cubanos)


De nuevo buceamos en la Hemeroteca Digital de la Biblioteca Nacional de España para traeros esta pequeña joya. Procede de Por esos mundos, una revista ilustrada editada en Madrid durante el primer cuarto del siglo XX, entre 1900 y 1926. Este artículo apareció en el número 216, del 1 de enero de 1913, en su apartado Viajes y costumbres, páginas 29 a 31.

martes, 16 de mayo de 2017

Los tiburones del banco de Galicia

Cañabota (Hexanchus griseus). Foto: Dan Hershman.
Rafael Bañón es en la actualidad el mayor referente en el estudio de la ictiofauna de Galicia (y no solo de Galicia). Su abundante producción científica es de obligada consulta para todo aquel que desee iniciarse y profundizar en su conocimiento. Hoy vamos a "saquear" de manera inmisericorde uno de sus últimos trabajos con el objetivo de completar toda la información de que disponemos (naturalmente, siempre hablando de tiburones) sobre una de nuestras áreas oceánicas más ricas en términos de biodiversidad, el banco de Galicia.

sábado, 29 de abril de 2017

Los peces de la boca terrible (1946)

«El Carcharias littoralis, es un pariente del tiburón azul, con dos peces escuderos que le acompañan constantemente. Éstos se adhieren con las ventosas localizadas en su cabeza a los barcos o a los tiburones y de este modo se dejan transportar a través de los mares.»
Una vez más volvemos al pasado, esta vez a un pasado bastante reciente para lo que os tengo acostumbrados, con un texto especialmente delicioso procedente de de una vieja enciclopedia del reino animal publicada por Espasa-Calpe en el año 1946, cuyo primer tomo ("Los animales acuáticos y de las regiones polares") tuve la inmensa fortuna de conseguir en una librería de lance de Santiago hace un tiempo.

miércoles, 15 de marzo de 2017

Olayo atlántico (Galeus atlanticus)

Hembra juvenil de 25,3 cm capturada en Portugal con arrastre de fondo. Fuente: S. P. Iglésias (2013). Chondrichthyans and Cyclostomata from the North-eastern Atlantic and the Mediterranean (A natural classification based on collection specimens, with DNA barcodes and standarized photographs). Provisional version 07, 01 april 2013. http://www.mnhn.fr/iccanam.

Olayo atlántico 

Galeus atlanticus (Vaillant, 1888)

(es. Olayo atlántico; in. Atlantic sawtail shark)

Orden: Carcharhiniformes.
Familia: Pentanchidae.







El olayo atlántico es un pequeño y modesto tiburón que, hasta hace bien poco, vivió taxonómicamente escondido a la sombra de su primo hermano mayor, el olayo a secas, olayo bocanegra o, para mejor entendernos, Galeus melastomus, debido al gran parecido entre ambos y a cierto solapamiento geográfico de sus respectivas poblaciones. Fue descrito en 1888 por el zoólogo francés Léon Vaillant,

martes, 28 de febrero de 2017

Lonja de Vigo 2016

Marrajos (Isurus oxyrinchus) en la subasta (foto de José Antonio Gil Martínez tomada de Wikimedia Commons).
La Autoridad Portuaria de Vigo acaba de publicar su Memoria Anual 2016, que pasamos a resumir... este año con la desafortunada novedad de que no se proporcionan datos sobre las descargas de tiburón congelado. Antes podíamos hacer un cálculo global de las toneladas de marrajo y tintorera descargadas por palangreros y espaderos procedentes de diversos puntos del océano... ahora, ya no.

lunes, 13 de febrero de 2017

Ataques 2016

Tiburón blanco (Carcharodon carcharias) de patrulla bajo las olas.


Un año más, el ISAF (como ya sabéis, siglas del International Shark Attack File, de la Universidad de Florida) acaba de publicar las cifras de ataques no provocados ocurridos durante el pasado 2016. Y un año más aquí las tenéis, bien fresquitas:

martes, 17 de enero de 2017

Lo erróneo de la identificación errónea

Simpática ilustración de Mason Philips titulada "Un error común" sobre un fondo de surfistas en superficie: "Fig. 1: León marino. Fig: 2: Ser humano sobre una tabla de surf. Fig. 3: León marino sobre una tabla de surf."

La teoría de la identificación errónea es ya un clásico en los debates sobre el porqué de los ataques de tiburón, en particular los que tienen como protagonista al tiburón blanco (Carcharodon carcharias) y su supuesta afición por mordisquear surfistas. Como sabéis, la idea es que en su gran mayoría son consecuencia de un error de identificación: el hambriento animalico confunde al surfista con una foca; camuflado contra el fondo, observa una forma que encaja en el perfil de presa que lleva grabado en el disco duro de su cerebro y se abalanza sobre ella. Quienes defienden esto argumentan que, vista desde abajo, la silueta de una tabla con un surfista encima, braceando y pataleando, recortada contra la claridad de la superficie, se parece a la de un pinnípedo como el elefante marino del norte (Mirounga angustirostris), uno de sus platos favoritos. Hay quien añade —sorprendentemente— que el gran blanco no tiene una gran agudeza visual y que por encima no siempre las condiciones de visibilidad son las más idóneas.
     Sin embargo, pese a su aparente lógica, esta teoría jamás ha sido testada o probada efectivamente, por lo que llama la atención que todavía siga gozando de una amplia difusión y predicamento, tanto más cuanto que, ya desde el primer momento, no han sido pocos los científicos que han manifestado serias dudas y reservas al respecto, empezando por el hecho de que el tiburón blanco tiene en realidad una vista muy buena. Hace pocas semanas se publicaba un interesante trabajo que recoge y actualiza algunos de sus argumentos a la luz de nuevos datos y observaciones. Lleva el elocuente título de "Do White Shark Bites on Surfers Reflect Their Attack Strategies on Pinnipeds?" ['¿Las mordeduras de tiburón blanco a surfistas son un reflejo de sus estrategias de ataque a los pinnípedos?']¹ y está firmado por Erich Ritter, el tipo aquel tan extravagante al que, como recordaréis, no se le ocurrió mejor idea que meterse entre un grupo de C. leucas para probar no-sé-qué y acabó mordido en una pata justo delante de las cámaras de Discovery Channel, y Alexandra Quester.
     Estos autores analizaron 67 incidentes ocurridos entre 1966 y 2015 en las costas de California y Oregón, en el Pacífico norteamericano, para llegar a la demoledora conclusión de que eso de la identificación errónea es un cuento chino². No existen evidencias de ningún tipo que sustenten esta teoría, más bien al contrario. Ni el tipo de daños causados, tanto a la persona como a la tabla, ni las tallas de los tiburones implicados concuerdan con un ataque con fines depredadores.

Diversos tipos de daños en tablas de surf... y de heridas en algunos pobres leones marinos.
Daños personales y materiales. El 13% de los incidentes analizados terminaron sin que el surfista y su tabla sufriesen apenas algo más que algún rasguño sin importancia, ni siquiera cuando el primero terminó en el agua, y en más del 72% los daños fueron considerados leves o moderados³. En el 21%, el tiburón o bien volvió a morder al surfista o bien reajustó su mordedura inicial; de ellos, el 64% acabaron sin daños o con daños leves. En conjunto, en una escala de 0 a 5, donde 0 indica daños inexistentes y 5 daños absolutos, la gravedad media de las heridas fue de 1,8. ¿Cómo casan estos datos con un ataque en toda regla por parte de un gran tiburón blanco? ¿Por qué tantos supervivientes? Los pinnípedos son criaturas sumamente ágiles —muchísimo más que su cazador— y escurridizas, y el tiburón lo sabe, como sabe también que su ataque debe ser lo más veloz, potente y devastador posible para matarlas o, al menos, inmovilizarlas a la primera, pues de lo contrario, adiós almuerzo.
     Una explicación que suele darse es que tan pronto se produce el contacto con el surfista, la tabla, o ambos —a veces bien encajaditos entre sus fauces—, los afinadísimos receptores químicos dispuestos en distintos puntos de la cavidad bucal detectan el error; el cerebro efectúa el cálculo coste-beneficio, concluye que no merece la pena emplear tanta energía en consumir una cosa tan mala y de tan poca sustancia, y el bicho, decepcionado, la suelta —la escupe—. Todo ello prácticamente en décimas de segundo. Aun aceptando esto, la violencia del encuentro inicial —más bien encontronazo— por fuerza debería causar daños bastante más graves, como los observados en leones marinos que lograron escapar de algún ataque, bien para seguir viviendo, bien para morir, atravesados de dolor, en una playa o sobre las tristes rocas de un islote.
     Otra posible explicación vendría dada por la técnica de caza bautizada en su momento por John McCosker como bite and spit ('morder y escupir'). Tras el brutal ataque, el tiburón suelta su presa y, desde una distancia de seguridad, aguarda hasta que se muera o quede suficientemente debilitada antes de proceder a devorarla con tranquilidad (el tiburón blanco es una criatura muy precavida, y con razón, pues aun herido de gravedad, un león marino adulto puede causar heridas muy serias). Durante este intervalo es cuando el surfista puede ser rescatado y recibir la asistencia médica necesaria. Pero igual que en el caso anterior, las evidencias hablan por si solas: el 76% de los supuestos ataques analizados no habrían servido para incapacitar a un pinnípedo.

En Point Reyes, California. Foto de Scott Anderson.
Tallas. Los tiburones blancos van variando su dieta a medida que crecen. Aunque existen pequeñas diferencias geográficas, en un cálculo conservador se estima que en la parte del Pacífico norteamericano los ejemplares de tallas inferiores a 3,5 m no tienen a los grandes pinnípedos como presas habituales, pues, entre otras cosas, carecen de la velocidad y destreza necesarias para enfrentarse a estos ágiles y fuertes animales, y además sus dientes todavía no han adquirido la forma y estructura necesarias para cortar su carne. Los ataques observados son excepcionales, y siempre a pinnípedos pequeños. Es entre los 3,5 y 4,5 m cuando estos mamíferos marinos comienzan a ser vistos como un alimento posible y deseable y ya se observan ataques, tanto más frecuentes cuanto mayor es el bicho. A partir de los 4,5 m, los pinnípedos son ya parte de su dieta regular.
     Pues bien, solo en 24 de los incidentes analizados se pudo lograr una estimación fiable de las tallas, pero incluso así los datos son reveladores, o al menos dan mucho que pensar: en el 50% los protagonistas fueron juveniles de entre 2,5 y 3,5 m, y en otro 25%, individuos de entre 3,5 y 4,5 m. ¿Cómo se explica esto? ¿Una casualidad, o es que a los jóvenes tiburones también les pone el surf?

¿De verdad que el tiburón blanco es incapaz de distinguir una foca de una tabla de surf con un señor (o señora) encima? El Carcharodon carcharias lleva cazando pinnípedos desde sus mismos orígenes como especie, con toda probabilidad siguiendo la senda abierta por sus padres y abuelos. Por eso cuesta creer que a lo largo de 6 millones de años de evolución paralela un depredador tan eficiente no haya tenido tiempo de forjarse una imagen clara y fidedigna, desde todas las perspectivas posibles, de una de sus presas primordiales, sobre todo porque de ello depende su supervivencia. La vista es un sistema de primer orden que el tiburón blanco emplea para localizar a sus presas y para fijar, por así decirlo, la diana de su trayectoria de ataque. Según se cree, utiliza una especie de búsqueda por imagen: en su cerebro guarda un archivo de imágenes con las que compara cualquier objeto o figura que detecta. Cuando hay coincidencia ataca, si no la hay puede acercarse a investigar, a ver qué es eso, a qué sabe.

Foto de Michael Scholl.
     Por otro lado, la teoría del error de identificación solo parece tener en cuenta observaciones realizadas desde una perspectiva estrictamente vertical. Si os dais cuenta, todos los dibujos, fotos y esquemas ilustrativos muestran una vista de la dichosa tabla de surf, con sus brazos y piernas —normalmente dos de cada— sobresaliendo de sus extremos, como tomada desde unos cuantos metros de profundidad justo en la vertical. Una imagen ideal que no siempre se ajusta a las condiciones impuestas por la realidad, no siempre las presas y las tablas se ofrecen desde esta perspectiva tan perfecta. Así vemos como en los casos estudiados la profundidad media fue de 4 m, con el fondo claramente visible en el 10,7% de los casos, lo cual quiere decir que por fuerza el tiburón debió de ver y aproximarse a sus "víctimas" viniendo desde un ángulo mucho más abierto, desde el cual la famosa silueta ideal se diluye y se convierte en otra cosa, y no desde luego en una foca.

Investigaciones y juegos. Los tiburones blancos son criaturas sumamente inteligentes y, en consecuencia, sumamente curiosas. Se les ha podido observar en infinidad de ocasiones acercándose a investigar, golpeándolos o mordiéndolos, los más diversos objetos, con aproximaciones indirectas u orientadas en función de su forma, tamaño y color, desde los más extraños hasta los más familiares, como los señuelos que imitaban la forma de sus presas. Y siempre el sentido de la vista jugando un papel fundamental.
     Una dieta tan variada y cambiante ontogénicamente hace de la curiosidad una necesidad. El tiburón necesita investigar constantemente, descubrir nuevas fuentes de alimento, encontrar las estrategias más idóneas para detectarlas y cazarlas. Por eso se acerca a los surfistas, golpea sus tablas, los "sopesa" con la boca (el tiburón no tiene manos) y, si no queda satisfecho, los vuelve a morder, a veces orientando la mordida para tratar de apreciar mejor su sabor y su contenido energético. Forma parte de su proceso de aprendizaje. Esto explica por qué la mayoría de las heridas son leves o moderadas y por qué los ejemplares implicados eran juveniles en su mayoría. Pero incluso en aquellos casos donde los daños fueron graves de verdad y además provocados por individuos de gran talla, de 4 a 6 m (un total de 7), la actividad investigadora no se puede descartar del todo. Según los autores, las heridas secundarias, causadas por las reacciones de la víctima, pueden llegar a ser tan severas o más que las del propio mordisco.
     Y no nos olvidemos del juego, uno de los elementos más decisivos en el proceso de aprendizaje de todo gran depredador. Gracias a él, un animal aprende a controlar sus movimientos, a dominar su cuerpo, a practicar y perfeccionar su técnica... aprende, en definitiva, a ser depredador. Por eso los tiburones blancos interactúan, "juegan", con los diversos objetos y bichos que encuentran, tal como se ha descrito. Se les ha visto acercarse a un surfista en súbitas y poderosas arrancadas, pese a tratarse de un objeto desconocido, que después quedaban en nada, o terminaban en un golpe, un roce o un pequeño mordisco. La teoría del juego explica el porqué de ese 50% de juveniles menores de 3,5 m implicados en los supuestos ataques.

     En fin, para concluir, que este artículo ya se nos ha ido bastante de las manos, lo cierto es que no deberíamos hablar de "ataques", sino de encuentros, o si lo preferís, de incidentes, en los que el tiburón no pretendía cazar una presa, sino investigar, aprender jugando, sobre todo los más chiquitines, que es que son un amor.

Los encuentros con tiburones blancos son más numerosos de lo que parece. Lo que ocurre es que la mayor parte pasan desapercibidos; los surfistas regresan a la playa y al chiringuito sonrientes, atléticos y felices... y nunca sabrán que durante unos larguísimos minutos han estado bajo la atenta mirada de un gran depredador. La reciente aparición de los drones nos ha abierto una ventana a una realidad que cada vez más gente desearía no ver. En la imagen, algunas escenas de juveniles investigando diversos tipos de tablas, un kayak y, en el centro abajo, un señuelo en forma de foca (foto: University of California at Davis), más un par de carteles advirtiendo del avistamiento de tiburones en un par de playas de California.

PS: Sobre el juego en los tiburones, podéis consultar este breve artículo sobre un pariente muy cercano del tiburón blanco, el cailón: Los juegos de los jóvenes cailones (Lamna nasus).
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¹La referencia completa es: Erich Ritter & Alexandra Quester (2016). Do White Shark Bites on Surfers Reflect Their Attack Strategies on Pinnipeds? Journal of Marine Biology (1):1-7. http://dx.doi.org/10.1155/2016/9539010.
²Naturalmente, no lo dicen con estas palabras, sino así: "The results presented show that the theory of mistaken identity, where white sharks erroneously mistake surfers for pinnipeds, does not hold true and should be rejected" ('Los resultados que presentamos muestran que la teoría de la identificación errónea, según la cual los tiburones blancos confunden surfistas con pinnípedos, no es cierta y debe ser rechazada').
³Según la escala empleada, los daños leves comprenden laceraciones y pequeñas heridas punzantes en la persona, y arañazos y muescas superficiales en la tabla; los moderados, heridas subcutáneas sin pérdida de tejidos, y, en la tabla, muescas y cortes moderados, en los que el diente penetra hasta la mitad, sin pérdida de material. Tablas y surfistas se valoran conjuntamente, puesto que ambos son percibidos por el tiburón, al menos en teoría, como una unidad, no sabemos si bajo la categoría de "cosa rara", de "bicho raro", o qué (el estudio tampoco lo deja claro).

miércoles, 4 de enero de 2017

Resumen del 2016


Tiburones en Galicia cumple ya 5 añitos. Todo un lustro dando la lata a propios y extraños sobre nuestros maravillosos e incomprendidos bichos. Lo de "dar la lata" es un decir... o tal vez no... pero no importa. Hablar de tiburones es una tarea gratificante en si misma, y además constituye una de las mejores terapias que conozco contra las principales patologías de la vida cotidiana, bien sean de orden moral, social, político, existencial, laboral, etc. (naturalmente, existen otras actividades más placenteras, como algunas en las que todas y todos estamos pensando, pero se ha demostrado que incluso éstas necesitan complementarse con otras para ganar en efectividad).