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jueves, 30 de noviembre de 2017

La memoria del tiburón

Pintarroja colilarga gris (Chiloscyllium griseum). Foto: Silke Baron, tomada de Wikimedia Commons.
Mucha gente sigue todavía creyendo que los tiburones son seres esencialmente estúpidos, dotados de un cerebro tan elemental que solo son capaces de pensar en una única cosa: triturar turistas. El que una idea así siga vigente en la mente de demasiada gente, a despecho de la cantidad de trabajos que, con radical contundencia, se han encargado de desmontarla en estos últimos años y cuyas conclusiones han aparecido en decenas de documentales y de reportajes de carácter divulgativo, a veces da para pensar si no seremos los seres humanos los que resultamos ser a veces un poco elementales, de piñón fijo, y nos cuesta deshacernos de conceptos e ideas aunque se nos demuestre que la verdad vaya por otro lado.
     La realidad es que los tiburones no solo son bichos sumamente inteligentes, sino que demuestran tener más memoria que cualquier votante medio de este país, por poner una comparación sin duda odiosa pero certera. Son capaces de almacenar bloques de información durante por lo menos un año entero y echar mano de cualquiera de ellos en el momento que lo necesiten para obtener algo que les resulta útil y beneficioso.

     Así lo demuestran los resultados de un interesante estudio¹ llevado a cabo con juveniles de pintarroja colilarga gris (Chilloscyllium griseum), un pequeño tiburón bentónico del Indo-Pacífico occidental (orden Orectolobiformes, familia Hemiscylliidae). Ocho de estos tiburones fueron sometidos a tres experimentos cognitivos en cada uno de los cuales se les enseñó a realizar una tarea distinta para, posteriormente, comprobar durante cuanto tiempo las mantenían en su memoria en ausencia de estímulos positivos.
     En primer lugar se les enseñó a identificar formas geométricas básicas a cambio de una pequeña recompensa en forma de comida. Cuatro ejemplares aprendieron a identificar triángulos y los otros cuatro, rectángulos, tanto con su perfil completo como lo más sorprendente en figuras Kanizsa. Las pequeñas pintarrojas colilargas demostraron ser capaces de recomponer en sus cerebros las formas de un triángulo y de un rectángulo a partir de los contornos ilusorios creados mediante la particular orientación de una serie de discos truncados a la manera del famoso Pacman o "Comecocos". O sea, que los tiburones, como otras criaturas tan extrañas como los seres humanos, los gatos o los búhos, también interpretan ilusiones ópticas, lo que sin duda resulta esencial para reconocer las figuras de posibles presas camufladas en el entorno.

Chiloscyllim griseum (foto: Vera Schluessel). 1. Cuadrado y triángulo de Kanizsa. 2. Contornos subjetivos. 3. Ilusión de Müller-Lye. 
     Con el segundo experimento aprendieron a distinguir los contornos subjetivos de un cuadrado de los de un rombo, contra un fondo difuso de rayas diagonales.
     En el tercero, a los tiburones se les presentaron imágenes con líneas de diversa longitud (de 3 y 6 cm) y se les enseñó a elegir siempre las más larga. Lo notable de este experimento es que, una vez dominada esta destreza, estos extraordinarios peces no se tragaron el anzuelo y ya siento el chiste fácil, como nos suele ocurrir a nosotros, de una de las ilusiones geométricas más conocidas, la de Müller-Lye: si a una serie de dos o tres segmentos de igual longitud les añadimos en cada extremo un ángulo a modo de punta de flecha apuntando hacia dentro o hacia fuera, el observador percibe que algunos son más largos que otros. Pues bien, en ningún momento se dejaron engañar por esta ilusión, siempre percibieron que las líneas eran de idéntica longitud.

Foto: Citron / CC-BY-SA-3.0
En un medio tan complejo como el océano, la capacidad de aprender y almacenar información supone una ventaja selectiva evidente a la que los tiburones no son ajenos. En trabajos anteriores se observó como un ejemplar de tiburón limón (Negaprion brevirostris) era capaz de retener información sobre como obtener comida durante 10 semanas; que los tiburones de Port Jackson (Heterodontus portusjacksoni) recordaban asociaciones de diversos elementos con una recompensa gastronómica hasta 40 días; o que nuestras pintarrojas (Scyliorhinus canicula) podían recordar tareas durante tres semanas en ausencia de premio o refuerzo positivo [véase La capacidad cognitiva de los tiburones].
     Lo asombroso de este trabajo es que 5 de las 8 pintarrojas colilargas fueron capaces de retener, durante un periodo de hasta 50 semanas, no un solo bloque de información, sino tres: los estímulos y tareas asociadas aprendidas en cada uno de los tres experimentos. Y además lo hicieron por igual, indistintamente, sin que, por ejemplo, la tarea más recientemente aprendida tuviese preeminencia sobre las anteriores. Los tiburones respondían perfectamente a cualquiera de los estímulos presentados, echando mano de la información correcta, que habían almacenado en algún lugar de su cerebro destinado a la memoria a largo plazo.
     Durante los entrenamientos no todos los tiburones mostraron el mismo ritmo de aprendizaje. De hecho, hubo tres ejemplares que, por decirlo de algún modo, no estuvieron a la altura de sus compañeros. Esto revela que dentro de la misma especie existen individuos con diferentes capacidades y comportamientos.

Foto: perigor2000.
Al cabo de casi un año las investigadoras dieron por finalizado su estudio, dejando en suspenso la idea, más que posible, de que la memoria de al menos algunos ejemplares bien podía haber superado las 50 semanas.

Y uno no puede evitar pensar que si las pintarrojas colilargas, cuya vida transcurre ligada al fondo, han demostrado tal capacidad de aprendizaje, almacenaje y manejo de datos de discriminación visual, cómo será el tema con los grandes depredadores visuales como el tiburón blanco (Carcharodon carcharias) o el marrajo (Isurus oxyrinchus), cuyos cerebros, además, están bañados por sangre caliente que multiplica el ritmo del procesamiento de información...
     Para que después vayamos nosotros presumiendo de esto o de lo otro.
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¹Theodora Fuss & Vera Schluessel (2015). Something worth remembering: visual discrimination in sharks. Animal Cognition, 18:463-471, doi: 10.1007/s10071-014-0815-3.

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