Foto de Juan Ignacio (SGHN-CEMMA). |
En general los tiburones tienen un sentido de la vista bastante bien desarrollado. Ven más y mejor de lo que nos creíamos.
La forma y tamaño de los ojos de cada especie varían en función de las características de su hábitat; es decir, están perfectamente adaptados al entorno que cada una ha elegido para edificar su nicho. Los de los tiburones que viven en aguas turbias como las de los ríos, donde la visión apenas es de utilidad, suelen ser muy pequeños, como los del jaquetón toro (Carcharhinus leucas). En cambio, los ojos de los grandes depredadores de aguas más someras e iluminadas, donde el campo de visión se amplia considerablemente, tienden a ser más grandes y sofisticados, y algunos muy parecidos a los de los mamíferos. En ellos podemos distinguir un iris y una pupila capaz de dilatarse y contraerse para regular la cantidad de luz que entra hacia la retina, como hemos visto en Los ojos del tiburón blanco.
En cambio, los tiburones que habitan la perpetua penumbra de las aguas profundas poseen unos grandes ojos verdes o verdeamarillentos, fluorescentes, minuciosamente diseñados para captar la más mínima radiación lumínica procedente de la lejana superficie gracias a un tapetum lucidum mucho más potente que el de los gatos o las rapaces nocturnas. Son ojos extraños, fríos, como de otro mundo. Pero llenos de misterio y belleza.
Foto de Juan Ignacio (SGHN-CEMMA). Esta hembra de 4,5 m fue capturada en Camariñas en 2006. |
Para saber más de este extraordinario tiburón, os invito a visitar el post Cañabota (Hexanchus griseus).
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