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"Una pareja de tiburones." |
Ya sabéis lo que me encanta bucear por entre los extraordinarios fondos de la
Hemeroteca Digital, una impagable página de la Biblioteca Nacional de España que no me canso de recomendar. Nunca dejas de descubrir cosas. La joyita que hoy os presento es un pequeño reportaje sobre los tiburones publicado en marzo de 1905 en
Alrededor del mundo, una revista ilustrada semanal que se editó en Madrid entre los años 1899 y 1930. Su temática era muy variada, tocaba desde temas costumbristas, artísticos, curiosidades, viajes y aventuras, hasta las recientes novedades y descubrimientos científicos y técnicos, lo cual explica su amplia popularidad.
De este reportaje, el aspecto que sin duda más llama la atención es que, pese a todas sus inexactitudes, la prensa de hace un siglo se ocupaba del tema de los tiburones con mucha más justicia y ecuanimidad que sus equivalentes de hoy en día. El primer párrafo lo dice todo: "el tiburón no es más rapaz ni más carnicero que cualquier otro pez...; si no todos [los peces] matan á los hombres para comérselos, es porque no son bastante grandes para semejante
tour de force." ¿No es sorprendente?
Para mantener el saborcillo a viejo, he respetado escrupulosamente la puntuación y acentuación del original. Las ilustraciones pertenecen también al reportaje.
Se han contado tantas historias exageradas acerca de la voracidad y
carácter sanguinario del tiburón, que éste ha venido á convertirse en
objeto de terror para todo el que tiene que navegar. Sin embargo, el
tiburón no es más rapaz ni más carnicero que cualquier otro pez. Todos
los peces se alimentan de carne y de otros pescados, y prefieren la
carne viva á la muerta; si no todos matan á los hombres para comérselos,
es porque no son bastante grandes para semejante tour de force.
En cuanto á eso de que los tiburones huelen cuando hay un enfermo en un
buque y siguen al barco para no perder la presa, no es más que una de
tantas consejas de marinero.
El tiburón tiene muchas buenas cualidades, considerado conforme á
nuestras ideas sobre la moral. Por de pronto, es monógamo y fiel
compañero de su pareja durante la época de sus amores. Fuera de dicho periodo, cada
tiburón va siempre solo, no reuniéndose muchos mas que en aquellos
sitios en que abundan las ocasiones de proporcionarse carne fresca.
Sin embargo, al decir "solo", quiere indicarse que cada tiburón vive
separado de sus semejantes, no que su soledad sea absoluta. Hay un
pececillo que es para el tiburón un amigo inseparable, que le acompaña
en todos sus viajes y parece guiarle en todas sus empresas. Es el pez
piloto, uno de los más bonitos y más pequeños de la familia de los
escombros [sic], con el cuerpo rayado de azul y oro, y apenas de dos
decímetros de longitud. Le llaman piloto precisamente por la costumbre
que tiene de ir como dirigiendo al tiburón, nadando siempre á unos
cuantos palmos sobre la nariz de éste. Algunos hombres de ciencia, que
si á mano viene no han visto en su vida un tiburón vivo, niegan esta
costumbre del pez piloto, tachándola de inverosímil; pero el pez piloto
no parece quererles dar la razón, y continúa siempre fiel á su
gigantesco amigo.
A lo mejor, el piloto sepárase bruscamente del tiburón, y con
rapidez sin igual se dirige á un montón de algas, á una roca ó á
cualquier objeto por el estilo, nada un poco alrededor, vuelve junto a
su compañero, se le acerca primero á un lado de la cabeza y después al
otro, y por fin recobra su puesto sobre la nariz. Entretanto, el tiburón
ni se detiene ni se apresura; parece tener conciencia de que el
pececillo volverá. Indudablemente hay algún medio de comunicación entre
el tiburón y el piloto, por el cual debe éste decir á aquél algo como:
"Aquello me huele á cosa buena; voy á ver qué es... No es más que un
montón de algas; no vale la pena que nos detengamos".
Todos los habitantes del mar huyen asustados al acercarse el tiburón
con su inseparable guia. Este último, sin embargo, puede apoderarse de
algunos diminutos animalillos que le sirven de alimento; pero el
tiburón, relativamente lento, sólo puede comer cosas que permanezcan
inmóviles, tales como los pies de los percebes, que si bien calman un
poco su apetito, no bastan á dejarlo satisfecho. El estómago de un
tiburón es demasiado grande para hartarse con tan poca cosa; no es, por
lo tanto, de extrañar que el enorme pez se precipite con ansia sobre
toda sustancia comestible que caiga de un barco, sea el cuerpo de un
hombre ó los desperdicios de la cocina. Cuando se presenta un buque á
algunas millas de distancia, el piloto, por una especie de secreta
intuición que nadie ha podido explicar, conoce su presencia y se dirige
rápidamente hacia él, seguido de cerca por el tiburón, que sin duda
alguna comprende lo que quiere decir aquel apresuramiento.
Probablemente habrá muchas personas que ignoren que el tiburón
hembra no pone huevos como otros peces, sino que da á luz á sus crias,
que rompen, por decirlo asi, el cascarón dentro del vientre materno. En
cada parto nacen quince ó veinte pequeñuelos, raras veces más; la madre
les profesa gran afecto y procura defenderlos de los ataques de otros
tiburones hambrientos, hasta que crecen lo bastante para poder vivir
solos.
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"El pez-sierra, que se alimenta de entrañas de otros peces." |
En la familia de los tiburones hay una porción de especies
interesantes. Una de ellas es el pez-sierra, ese curioso habitante de
los mares orientales, cuya cabeza está armada con una prolongación
cartilaginosa, provista en los bordes de fuertes dientes. El uso que el
tal pez hace de esta arma singular no puede ser más extraño. Tiene el
pez-sierra gustos muy particulares en cuestión de comidas: aunque no le
desagrada encontrar cualquier carroña para variar su menu, lo que
prefiere á todo son las entrañas del pescado, y para procurárselas tiene
un modo especial de abrir el vientre, de un solo golpe de sierra, á
todo pez que encuentre de su gusto.
Un pez-sierra puede alcanzar una longitud de cinco metros y un peso
de una tonelada; pero esto no es mucho comparado á las dimensiones del
tiburón propiamente dicho, el cual mide algunas veces nueve y aun diez
metros.
Muy notable también es el tiburón-zorro, que por cierto abunda mucho
en el Atlántico. Es completamente inofensivo para el hombre, y no mide
nunca más de cuatro ó cinco metros, de los cuales se lleva más de la
mitad la cola, que es larguísima y delgada como un látigo. Sigue las
bandadas de arenques y de sardinas, devorando grandes cantidades de
ambos pescados. Cuando caza azota vigorosamente la superficie del agua
con su cola, y esto basta para introducir la más espantosa confusión
entre los peces, que caen así más pronto en su poder.
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"El tiburón zorro, inofensivo para el hombre." |
Hay muchas clases de tiburones que, al contrario de las que acabamos de
citar, no suelen acercarse á la superficie del mar; viven á grandes
profundidades y sólo suben á buscara capas más superiores durante la
época en que crían. En cambio, la especie común, que casi siempre nada á
flor de agua, baja á lo más profundo en la estación de los amores.
Ya que de tiburones hablamos, podemos añadir que hoy existe la
creencia de que la tan traída y llevada serpiente de mar no es sino un
tiburón gigante. Hace pocos días, un buque inglés, el Armadale Castle,
ha tenido un encuentro con el famoso monstruo, y los pasajeros que han
podido verlo de cerca, aseguran que, en efecto, tiene todo el aspecto de
un tiburón de 17 metros de largo.
Alrededor del mundo, 9 de marzo de 1905, pp. 155-56.
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