Carcharodon carcharias. Foto: Don Silcock. |
Los resultados, tras una serie de cálculos, estimaciones y revisiones, son que en la región SE de Australia y Nueva Zelanda habitan alrededor de 5460 tiburones blancos, en una horquilla de entre 2909 y 12 802 ejemplares, de los cuales 750 son adultos (en un margen de 470-1030). Las tasas de supervivencia son de más del 90% en los adultos y del 73% en los juveniles.
Como ya os imagináis, esto de contar cuántos tiburones hay en un lugar resulta una tarea particularmente difícil y compleja, empezando por el propio medio, el océano, un espacio inabarcable para el escrutinio científico, y siguiendo por los propios bichos, cuya biología y patrón de movimientos todavía ofrecen a nuestros ojos demasiadas zonas oscuras. Vamos, que es de todo punto imposible agarrar todos los tiburones, colocarlos a un lado y ponerse a contar desde la jaula.
Bromas aparte, son muchas las variables que hay que tener en cuenta a la hora de calcular el tamaño de una población de tiburones. ¿Existe una cifra más o menos constante de avistamientos a lo largo del año? ¿Se ha logrado definir, en esa área concreta de estudio, un comportamiento migratorio asociado, por ejemplo, a la reproducción, la alimentación o a ambos? ¿Lo siguen todos los individuos, o se han detectado diferencias relacionadas con la talla o el sexo? Los científicos se ven obligados a idear métodos que tengan en cuenta estas y otras variables con el fin de obtener una estimación lo más aproximada posible a lo que debe de ser la realidad (ante la imposibilidad de un cálculo exacto), por lo común utilizando laberínticos programas estadísticos que creo que solo entienden ellos. El que no pocas veces las conclusiones acaben suscitando debates, a veces un tanto encendidos, entre la propia comunidad científica (que puede cuestionar la pertinencia de los datos manejados, la idoneidad del método, o las cifras resultantes... o todo a la vez) da idea de la enorme dificultad de todo ello.
El equipo de investigadores australianos del CSIRO (algo así como el CSIC español, pero creo que con más medios) que firman el trabajo junto con otros colegas neozelandeses utilizaron un sistema novedoso y razonablemente exacto, según sostienen: la marca y recaptura de parientes cercanos ("close-kin mark-recapture"), que habían diseñado para calcular la población reproductora del atún de aleta azul del sur (Thunnus maccoyii). Se trata, en esencia, de algo parecido a lo que se ha venido haciendo en otros estudios similares: marcar tiburones para contarlos una vez que se "recapturan", es decir, cuando los científicos vuelven a toparse de alguna forma con ellos (fotografía, señal acústica, satelital, etc). La diferencia está en que en esta ocasión el marcado incluye la extracción y análisis comparativo de material genético de un amplio número de individuos, fundamentalmente juveniles. Cada tiburón lleva consigo la marca genética de sus progenitores; cuando esta "marca" se detecta en el material genético de otro individuo distinto se produce la "recaptura". El objetivo es estudiar el grado de parentesco y calcular el porcentaje de medio hermanos (es decir, hermanos por parte de padre o de madre) que se encuentran en la zona, y sobre esa cifra estimar el número y tasa de supervivencia de los adultos.
Los tiburones blancos adultos y subadultos muestran una amplia movilidad a lo largo de toda esta región de Australasia, lo que dificulta el muestreo de un número aceptable de individuos, mientras que los juveniles mantienen una distribución más costera, con algunos grupos de edad concentrándose estacionalmente a lo largo de la costa del estado de Nueva Gales del Sur. Esto permite la obtención de muestras genéticas y facilita el seguimiento de individuos mediante marcas acústicas, lo que permite a estos científicos estimar su tasa de supervivencia.
Resumiendo la cosa, tal vez en exceso, los científicos tomaron todos estas cifras aproximadas del porcentaje de medio hermanos, las tasas de supervivencia de juveniles y adultos, y junto con los datos biológicos conocidos (media de crías por camada, tallas y edades de madurez, longevidad, ciclo reproductivo), los sometieron a un complejísimo cálculo estadístico repleto de fórmulas la mar de raras, como quien mete en el horno la bandeja del pollo con todos los condimentos y le da al ON. El plato resultante contiene las cifras que he señalado al principio.
Fuente: CSIRO. |
Como epílogo, los científicos que firman el trabajo admiten que sus cifras son necesariamente mejorables (esto es, ajustables) a medida que se vayan conociendo e incorporando nuevos datos sobre la biología de este magnífico tiburón.
En cualquier caso, se abre la veda. A ver qué opina la comunidad científica... y, por supuesto, el lector.
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