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lunes, 30 de septiembre de 2019

Los tiburones y el comercio de esclavos

Slavers Throwing Overboard the Dead and Dying—Typhoon Coming ("Negreros arrojando por la borda a los muertos y los moribundos—Se aproxima un tifón"). J. M. W. Turner (1840). Cuadro inspirado en un suceso real.
El comercio atlántico de esclavos constituye, desde cualquier punto de vista, excepto tal vez el capitalista, uno de los episodios más atroces y sanguinarios de la historia de la humanidad... y de la inhumanidad que le es consustancial. A lo largo de 300 años de horror, millones de personas fueron brutalmente arrancadas de sus tierras, almacenadas en buques en peores condiciones que el ganado y transportadas al otro lado del océano convertidas en esclavos. El feroz salvajismo con el que unos supuestos seres humanos se ensañaron con sus semejantes es solo comparable con el exhibido (diferencias cuantitativas aparte) durante otros episodios de nuestro glorioso pasado como el exterminio de los indígenas de Tierra del Fuego, la conquista del Congo, o los campos de exterminio de los nazis¹. Centenares de miles de almas se dejaron la vida durante la interminable travesía del Atlántico, bien víctimas de la enfermedad, bien del castigo, bien para huir de su prisión. Todos acabaron en el mar.


     Los tiburones tuvieron su papel en esta tragedia, un papel importante, aunque por supuesto involuntario. El llamado "barco negrero" y el tiburón se encuentran íntimamente vinculados en la memoria y las historias de los protagonistas. Significativamente, según la explicación más ampliamente aceptada, la propia palabra shark ("tiburón") se incorporó al inglés hacia la segunda mitad del XVI procedente de la voz maya xoc que los marineros ingleses que habían participado en las primeras expediciones de comercio de esclavos incorporaron a su habla.
     Antes del advenimiento de la pesca industrial, el océano estaba rebosante de vida, y de depredadores. Los tiburones, criaturas sumamente oportunistas, no debieron de tardar en descubrir en los transportes de esclavos una valiosa (por lo segura) fuente de alimento. Estos buques dejaban tras de si estelas interminables de poderosos estímulos químicos: basura, despojos, residuos humanos de todo tipo... y el hedor de miles de cadáveres lanzados al agua. Diversos testimonios de oficiales, marineros y pasajeros describen como los grandes tiburones seguían a los barcos y se abalanzaban como centellas sobre todo aquello que era arrojado por la borda. No siempre eran visibles desde la cubierta, excepto cuando el mar estaba en calma y el barco navegaba a poca velocidad. Entonces los pasajeros observaban con terror las enormes formas oscuras que lentamente se deslizaban alrededor y por debajo del barco, "con su negra aleta dos pies por encima del agua, su morro ancho y sus pequeños ojos, y ese aspecto maligno que le hacía a uno estremecerse incluso estando a una distancia segura"².

Muertos, enfermos graves y moribundos se despachaban sin miramientos, directamente a las fauces de los tiburones.

Los buques "negreros" ingleses que viajaban hacia las costas occidentales de África para cargar su mercancía se topaban con los primeros tiburones hacia la altura de Madeira y las islas Canarias, que se iban haciendo cada vez más abundantes a medida que se acercaban al continente: Cabo Verde, Congo, Gambia, Senegal... hasta Angola.
     El festín de los tiburones comenzaba dentro de los ríos por los que bajaban canoas y otras embarcaciones de poco calado cargadas de esclavos capturados tierra adentro. Los ríos eran el territorio exclusivo de los temibles y voraces jaquetones toro (Carcharhinus leucas), que abundaban a millares. En la costas se sumaban los enormes tiburones tigre (Galeocerdo cuvier), algún que otro tiburón blanco (Carcharodon carcharias) y los tiburones martillo (Sphyrna sp.), entre otras especies. La mortandad entre los nativos era ya muy elevada antes incluso de comenzar la travesía oceánica: "Cuando se lanzan los muertos al mar, lo cual sucede casi todos los días (...), los tiburones están tan atentos que tan pronto el cadáver toca el agua, es inmediatamente despedazado y devorado delante de nuestros ojos". Los muertos negros iban, pues, al mar; y los muertos blancos (ajusticiados o muertos por enfermedades tropicales)... pronto aprendieron las autoridades a enterrarlos bien tierra adentro, porque las mareas se llevaban la arena y los cuerpos en descomposición no tardaban en ser descubiertos por los depredadores.
     Los leucas y los tigres podían seguir a los barcos que emprendían la travesía del Atlántico durante semanas, es posible que algunos hasta alcanzar el otro lado del mar. Pero en el océano abierto, el relevo lo tomaban los grandes oportunistas pelágicos como las tintoreras (Prionace glauca) y, sobre todo, el tiburón posiblemente más abundante y temido, el jaquetón oceánico de puntas blancas (Carcharhinus longimanus), además de otras especies como el marrajo (Isurus oxyrinchus) o el jaquetón sedoso (Carcharhinus falciformis).
     En el espacio vacío de la altamar, el casco de los navíos deslizándose a velocidad moderada sobre la superficie constituían una suerte de refugio para infinidad de peces y de tiburones que se congregaban bajo la quilla y que servían como una valiosa fuente de comida que permitía ahorrar provisiones. Los tiburones eran un alimento apreciado por los esclavos, aunque no tanto por los marineros, algunos de los cuales tenían ciertos escrúpulos a la hora de hincar el diente a criaturas que se habían estado alimentando de carne humana.
     Los tiburones también fueron de extraordinaria utilidad para los capitanes: eran la mejor disuasión posible para cualquier marinero que estuviese pensando en desertar, o para cualquier esclavo que estuviese tentado de huir lanzándose por la borda. Aunque esto último no siempre funcionaba: hubo muchos que prefirieron morir antes que ser esclavos lo mucho o poco que les quedase por vivir. No eran infrecuentes las escenas en las que se ordenaba bajar al agua a un esclavo amarrado con una cuerda para izarlo poco después medio devorado. Una imagen expeditiva.

Gravado que muestra la terrible escena en la que probablemente se basó Turner para pintar el cuadro que encabeza este artículo. Un capitán se deshace de unos 130 esclavos lanzándolos vivos por la borda hacia una muerte segura con la única finalidad de cobrar un seguro.
Las escenas de horror, reales o imaginadas, de hordas de tiburones sedientos de sangre abalanzándose sobre los esclavos para despedazarlos vivos fueron constantemente utilizadas por los abolicionistas de Europa y América en sus campañas de concienciación. El tiburón se erigió de este modo en símbolo de la violencia y el terror asociados al esclavismo. Y es en este contexto donde encontramos una curiosa joyita con la que cerramos este artículo: una solicitud dirigida nada menos que "A los muy honorables miembros de la Cámara de los Lores reunidos en el Parlamento, y firmada por ¡"los tiburones de África"!
     En efecto, los tiburones de África, que atraviesan un momento de gran prosperidad, de vacas gordas, dirigen al Parlamento británico una carta en la que ruegan a sus señorías que no hagan caso de las voces, fanáticas y chirriantes, de los abolicionistas, peligrosos extremistas que piden nada menos que la eliminación de una lucrativa actividad económica altamente beneficiosa, tanto para el país... como para ellos. La exposición de motivos ya da una idea de por dónde van los tiros:
Los tiburones de África

Exponen:

Que los solicitantes constituyen un cuerpo numeroso, y en estos momentos en una situación muy próspera, debido principalmente a la constante visita de transportes procedentes de vuestra isla.
     Que rondando alrededor de estas mazmorras flotantes los solicitantes reciben grandes cantidades de su más preciado alimento: la carne humana.
     Que los solicitantes reciben sustento no solo de los cadáveres de aquellos que han caído por culpa de las fiebres, sino que con frecuencia se les agasaja con ricos banquetes de cuerpos de negros vivos que voluntariamente se arrojan a la morada de los solicitantes, prefiriendo el exterminio inmediato entre sus fauces a los horrores imaginados de una prolongada esclavitud.
     Que entre la espuma y las grandes olas que recorren el territorio de los solicitantes naufragan cantidad de navíos ingleses, cuyas tripulaciones suelen quedar abandonadas a su suerte, proporcionándoles muchas deliciosas comidas; pero, sobre todo, esos grandes navíos repletos de negros se estrellan contra las rocas y los bajíos que abundan en las regiones de los solicitantes, con lo que cientos de seres humanos, tanto negros como blancos, se precipitan todos a la vez en su elemento, donde el masticado de carne humana y el crujido de los huesos proporcionan a los solicitantes el mayor placer que sus naturalezas son capaces de disfrutar...
     La carta, cuyo original completo podéis leer pinchando aquí, fue escrita y publicada a finales del XVIII por el médico, poeta y compositor escocés James Tytler siguiendo la mejor tradición de los grandes escritores satíricos del país, que no dudaron en utilizar el humor negro (casi sangriento) en sus escritos. Pienso, por ejemplo, en mi admirado Jonathan Swift, en aquella inolvidable "Modesta proposición"³.
     Tytler fue arrestado por su radicalismo y acusado de sedición. En 1793 logró huir y exiliarse, primero en Irlanda, luego en Salem.
     Poco a poco, a lo largo del siglo XIX las diversas naciones occidentales fueron aboliendo el comercio de esclavos. El último "barco negrero" que llegó a los EEUU fue el Clotilde, que en 1859 desembarcó ilegalmente su cargamento en el puerto de Mobile, Alabama.
     Hoy, seguimos vaciando el mar de peces, y permitiendo que se siga llenando de cadáveres.

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¹No en vano el comercio atlántico de esclavos forma parte sustancial del llamado Holocausto Africano o Maafa (término swahilli que significa "gran desastre" o "gran tragedia"). 
²Tomo estos pasajes, así como la gran mayoría de datos de este artículo, del interesante trabajo de Markus Rediker (2008). History from below the water line: Sharks and the Atlantic slave trade. Atlantic Studies, Vol. 5, nº 2. doi: 10.1080/14788810802149758. Véase también un artículo del mismo autor publicado en el Boston Globe el 23 de septiembre de 2007: Slavery: A shark's perspective. A strange text sheds new light on the true roots of abolition.
³El título completo es: A Modest Proposal For preventing the Children of Poor People From being a Burthen to Their Parents or Country and For making them Beneficial to the Publick ("Una modesta proposición para evitar que los hijos de los pobres sean una carga para sus padres o su país y para hacerlos útiles para la población"), publicada en 1729. Recordemos que el bueno del clérigo irlandes, llevado de la más negra amargura por la ineptitud y desidia de las autoridades irlandesas a la hora de paliar la horrible hambruna que asolaba su país, proponía nada menos que la creación de un mercado local de carne de niño, que era sumamente abundante, nutritiva, barata y fácil de conseguir. Obviamente, se trataba de un ejercicio de humor negro.

2 comentarios:

  1. Interesantísimas observaciones en este delicioso artículo, enriquecido por las aportaciones de información taxonómica de las especies concretas de tiburones en según que localización geográfica. Es curioso que una circunstancia de depredación agravara la percepción pública de la trágica situación de los esclavos, y que el involuntario papel de villano por parte de los tiburones fuese a la postre lo suficientemente positivo como para hacer reaccionar la empatía humanista abandonando actitudes racistas, aunque fuese desde un paternalismo caucásico de dudosa fiabilidad. Pensemos que, en su día, la existencia de un reconocimiento de ciertos derechos animales sirvió para reconocer los de los niños (ver https://mafa-elanimalinvisible.blogspot.com/2015/03/ninos-y-animales-los-derechos-de-la.html, http://antrozoologia-cultura-interespecies.blogspot.com.es/2014/12/el-caso-de-mary-ellen-origen-de-la.html), ). En cuanto a la obra de Turner y su trascendencia social me parece fascinante, sobre todo porque confirma que en el imaginario colectivo, aunque fuese a través de la literatura y los relatos de viajes, los tiburones estaban omnipresentes como una amenaza bajo el mar, y no se desprendieron ya nunca más de tal sambenito. En realidad, si observamos el cuadro, casi no se ve nada, no se aprecia más que confusión, remolinos de agua y algunos peces no selacios un tanto sobredimensionados. El cuadro subraya la narrativa sobre los tiburones como oportunistas devoradores de hombres, pero en realidad apenas la ilustra. En cuanto a la aportación de la carta de los tiburones africanos y su repercusión, aporta un ingrediente amargamente humorístico a toda la historia que nos recuerda qué reclama la atención del público y qué no. Maravillosos contenidos ofrecidos en este blog, como es habitual.

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    1. Muchas gracias! Yo no me atrevería a calificar de paternalismo caucásico todo el movimiento abolicionista europeo y americano de aquellos siglos. Al menos no en su totalidad. Había sinceros sentimientos de horror entre buena parte del público, pero la economía es lo que tiene: siempre manda. Buena parte de las protestas fueron sinceras, y nada paternalistas. Venían, además, bien fundamentadas gracias a los centenares de testimonios de los propios marinos y comerciantes, absolutamente desapasionados, como si hablasen de ganado. El tema de los tiburones, dado la potencia de sus imágenes, fue útil para incidir en la inhumanidad de aquella "industria".
      Pero ocurre lo mismo hoy en día, con el asunto del medio ambiente: la economía manda. Tal vez dentro de 100 o 200 años alguien se horrorizará ante el horror de dejar que el dinero destroce nuestro propio mundo, a nosotros mismos, no ya a una raza humana.
      Gracias por los enlaces a tu blog. Tu trabajo es sencillamente extraordinario.

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