Los sentidos son fundamentales para nuestra supervivencia, individual y como especie. A través de ellos logramos salir de nosotros mismos y abrirnos al exterior para captar toda la información que necesitamos para adoptar un determinado patrón de comportamiento y descartar otros. Esto puede hacerse bien de modo instintivo, bien tras un procesamiento más o menos consciente o elaborado de los datos. Gracias a nuestros sentidos somos capaces de conseguir alimento, encontrar una pareja receptiva, establecer algún tipo de cooperación con nuestros congéneres, y detectar un peligro o amenaza. En todos los seres vivos ocurre algo parecido.
Los tiburones, como depredadores extraordinariamente evolucionados que son, están dotados de un sistema sensorial muy sofisticado, que está conectado a un cerebro que en muchas especies es comparable, en complejidad y tamaño relativo, al de las aves y los mamíferos superiores. No es de extrañar que a menudo se los compare con cazas de última generación, aparatos diseñados para la vigilancia y el ataque y repletos de sensores de todo tipo siempre alerta para detectar la presencia de una presa o de una amenaza: sensores químicos, lumínicos, de sonidos, de presión, de movimiento, de campos eléctricos, todos perfectamente modulados e integrados en un sistema que se adapta a las necesidades de cada especie y hábitat específico. No todos los tiburones son iguales, y no todos los cerebros son iguales. Pueden variar en estructura y tamaño de una especie a otra, desde los más simples de algunos Squaliformes a los más complejos de los Carcharhínidos, hasta llegar al cerebro más grande y complejo de todos, el de los tiburones martillo (fam. Sphyrnidae), no en vano se trata de los tiburones más evolucionados (como curiosidad, el cerebro más grande de todos los elasmobranquios es el de las mantas diablo). Así por ejemplo, el cerebro del peregrino (Cetorhinus maximus) es el más pequeño de todos los lamniformes, probablemente porque su técnica de caza es sumamente simple y pasiva, típica de un animal filtrador: nadar lentamente con las fauces abiertas dejando que el agua atraviese sus branquispinas¹; mientras que en el otro lado tenemos el del tiburón toro (Carcharias taurus), el cerebro más grande del grupo —el del tiburón blanco (Carcharodon carcharias) se situaría en un punto medio—.
Vista dorsal del cerebro de una mielga (las pelotas oscuras a cada lado son los ojos). Fuente: www.zoology.ubc.ca |
- Telencéfalo o encéfalo anterior, que se prolonga en los lóbulos olfativos; contiene los hemisferios cerebrales (responsables de la toma de decisiones, comportamiento social, el aprendizaje y la memoria), el hipotálamo y la glándula pituitaria.
- Diencéfalo, que se encarga del control de diversos procesos hormonales; sobre él se encuentra la glándula pineal.
- Mesencéfalo o encéfalo medio, donde se sitúan los lóbulos ópticos.
- Cerebelo o metencéfalo, responsable, entre otras, de la coordinación de los movimientos musculares y de la integración de los estímulos sensoriales con el movimiento.
- Miencéfalo o médula oblonga, encargada de la transmisión de diversos estímulos de la médula al cerebro, entre otras funciones.
Vista lateral derecha (fuente: classes.edowner.net). |
—como los peregrinos— realizan grandes migraciones horizontales y verticales, y se les ha visto suspendidos en posición vertical sobre la columna de agua mientras se alimentaban, un tipo de maniobra que requiere un alto grado de coordinación.
Tiburones ballena alimentándose (extraordinaria fotografía de Jeffrey C. de Guzman). |
Aunque conocemos la estructura externa del cerebro y podemos identificar qué segmentos se ocupan del aprendizaje, de la memoria, del control muscular, o de los diferentes sentidos, existen todavía elementos cuya función nos resulta completamente desconocida.
Pero lo que si sabemos con certeza es que los tiburones son criaturas extraordinariamente complejas e inteligentes, es decir, el reverso del triste estereotipo que todavía se empeña en presentarlos como seres primitivos y acaso, en ocasiones, un poco estúpidos. Echadle un vistazo a estos dos artículos: La capacidad cognitiva de los tiburones y Los juegos de los jóvenes cailones (Lamna nasus).
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¹Véase Peregrino (Cetorhinus maximus)-Primera parte y Peregrino (Cetorhinus maximus)-Segunda parte.
²Yopak, K.E., Frank L. R. (2009) "Brain size and brain organization of the whale shark, Rhincodon typus, using magnetic resonance imaging." Brain, behavior and evolution, 74(2), 121-42.
Véase también el excelente artículo de Jason G. Goldman "Cooler than Shark Week: What Can We Learn From the Brains of the Largest Sharks?", publicado el 7 de agosto de 2013 en el blog de Scientific American.
Nice
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