Diversidad, biología, evolución, ecología, pesca, conservación, evolución, con especial atención a las especies presentes en Galicia.

lunes, 31 de julio de 2023

Posibles grupos familiares en peregrinos

Foto: Florian Walsh.
A medida que afinamos nuestros instrumentos de observación, más asombro nos produce la naturaleza. Las modernas tecnologías de investigación nos están permitiendo descubrir aspectos insospechados de la personalidad y la vida social de las criaturas que la habitan, tanto más extraordinarios cuanto mayor es la distancia, evolutiva, física o ambas a la vez, que nos separa. Tal es el caso de los peces y, dentro de ellos, naturalmente, los tiburones.

Cada vez son más los estudios que muestran que los peces, esos bichos tan fríos e inexpresivos que parece que solo sirven para meter en el horno o para hacernos pasar momentos agradables ensartándolos en anzuelos y tirando de ellos con fuerza, son en realidad criaturas complejas¹ capaces de sentir y de desarrollar comportamientos similares a aquellas que nos resultan más cercanas y familiares como las aves y los mamíferos, nosotros entre ellos. En el fondo (y no pun intended, que dirían los ingleses), el comportamiento de un banco de sardinas no es muy diferente del de la nube de estorninos que se desplaza sobre los tejados y los árboles del parque creando formas de fantasía en el cielo del atardecer. Cabría preguntarse por qué nadie se anima a sentarse bajo la sombra de un plátano, con la nevera portátil llena de cervezas bien a mano, y se relaja lanzándoles anzuelos cebados con insectos o gusanos; o por qué no solemos ver paisanos sentados en el pantalán pasando la tarde echándoles miguitas de pan a los mújoles.

Los peregrinos (Cetorhinus maximus) son los peces más grandes de nuestro Atlántico. Fueron objeto de una caza masiva por el valioso aceite de su enorme hígado que duró hasta bien pasada la mitad del siglo XX; sus poblaciones, severamente diezmadas, todavía no se han recuperado. Las compañías pesqueras sabían que en primavera y verano estos enormes tiburones se acercaban a las costas para alimentarse y era entonces cuando aprovechaban para darles caza de manera inmisericorde, porque luego, a comienzos del otoño, desaparecían misteriosamente². Algunos científicos opinaban que se desplazaban hasta las zonas profundas del océano para hibernar, como hacen los osos. Habían observado que los pocos ejemplares capturados en invierno habían perdido las branquispinas, unas pequeñas estructuras en forma de barbas que se forman en los arcos branquiales para filtrar el agua de mar y extraer el zooplancton, más o menos a la manera de las ballenas. 
Foto tomada de Fair Seas.
Desde entonces la ciencia ha logrado reunir un enorme caudal de información con el que se han cubierto unas cuantas lagunas en el conocimiento de este tiburón cosmopolita. Ahora sabemos que al menos algunos grupos permanecen durante el invierno en las aguas profundas del talud del continente, no exactamente hibernando, sino alimentándose; y gracias al desarrollo de sofisticados sistemas de seguimiento como las marcas satelitales, se ha descubierto que algunos individuos emprenden grandes migraciones regulares transoceánicas e incluso transecuatoriales. Se sabe que el motor principal de sus desplazamientos es la búsqueda de alimento: sus apariciones tienen lugar en zonas altamente productivas donde se producen los grandes afloramientos de zooplancton, su comida favorita. Y finalmente, la ciencia ha averiguado el modo en que estas grandes reuniones gastronómicas pueden lugar a posibles ceremonias de cortejo (véase El cortejo del peregrino). 

Sin embargo, pese a todo ello, la vida y costumbres de estos pacíficos gigantones siguen siendo en buena parte un misterio, en el que estamos empezando a entrar, si bien timidamente, gracias a la mejora en las técnicas de muestreo y secuenciación del ADN. 
Izq. Tomando muestras para genética (foto: Lilian Lieber). Dcha. Mapa de las áreas de muestreo. Fuente: Lieber et al. (2020). Scientific Reports.

Todos los años entre abril y septiembre los Cetorhinus se concentran en diversos puntos de las costas británicas, especialmente en Irlanda y Escocia, la isla de Man (mar de Irlanda) y en la zona de Cornualles, en el extremo suroccidental de Inglaterra, singularmente alrededor del cabo Lizard. Un equipo de investigadores logró obtener perfiles genéticos de casi 400 de estos individuos a partir de muestras recogidas a lo largo de seis años y compararlos con más de 60 secuencias de ejemplares procedentes de otras partes del mundo. Los resultados de su trabajo³ son asombrosos. 

Por un lado confirman lo que estudios previos de marcado y fotoidentificación ya habían detectado: que al menos una parte sustancial de estas agregaciones de temporada son producto de la fidelidad a un lugar, los mismos individuos se detectan año tras año o cada dos años más o menos en las mismas zonas. Por el otro, y aquí empieza lo más interesante, más que una reunión casual de inviduos procedentes de diversas zonas oceánicas atraídos por la abundancia de alimento, los datos apuntan a una población con una estructura y dinámica específicas. En este sentido el descubrimiento más interesante fue el de un grupo con un perfil genético propio, diferente del resto, que aparecía siempre a comienzos de la temporada en un punto de la costa suroccidental de Irlanda. Es algo que en teoría va en contra de lo esperable en una especie altamente migratoria, que es que exista un amplio flujo genético entre diversas regiones oceánicas.

Foto: Basking Shark Scotland.
Una de las observaciones más asombrosas desde mi punto de vista es que en un número de casos estos tiburones que aparecían año tras año en el mismo lugar y fecha venían acompañados de otros con los que estaban relacionados genéticamente; es decir, constituían un grupo de parientes. Se trata de un porcentaje con la entidad suficiente como para descartar la casualidad, aunque no tanto como para que se pueda hablar abierta o definitivamente de migraciones en grupos o clanes familiares, como en su momento recogieron algunos titulares de prensa. Para llegar a semejante conclusión hacen falta estudios más extensos. 

Sin embargo no es una hipótesis descabellada. El aprendizaje social, el que se da en el seno de un grupo, puede ser mucho más eficiente que el individual, basado en el ensayo-error, sobre todo en especies que se mueven en ambientes heterogéneos: facilita la transmisión de información acerca de rutas migratorias, localización de alimento y estrategias de cooperación desde los miembros con más experiencia hacia los más jóvenes. Es interesante notar que el grado de parentesco era mucho mayor dentro de los grupos que aparecían a comienzos de la primavera, en el mes de abril, y ―un dato curioso aunque en modo alguno concluyente― en los formados exclusivamente por hembras.

En definitiva, todavía queda muchísimo por conocer, y las perspectivas son fascinantes. 

Peregrino en Escocia. Foto: Basking Shark Scotland.

Para mi madre, Lola, que entre otras muchas cosas me transmitió su pasión por la naturaleza y despertó en mi el afán por seguir aprendiendo. Ella llenó mi infancia de revistas, libros y enciclopedias de animales... y de los programas de Félix y de Cousteau (mi padre remataría la faena cuando me llevó a ver Tiburón; de haber sido una película sobre cocodrilos, tal vez este blog sería algo distinto). 
     Han pasado pocos días (cuánto cuesta volver a escribir), los suficientes para darme cuenta de que su amor de algún modo ha alentado cada una de las páginas de este blog desde sus mismos inicios. Y seguirá haciéndolo.

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¹A este respecto, me permito recomendaros un libro absolutamente delicioso, ideal para llenar las horas del verano (gastronomía del intelecto): Jonathan Balcombe (2018). El ingenio de los peces. Ariel, Barcelona.
²Para una visión amplia y bien documentada sobre este punto, una lectura muy recomendable es Colin Speedie (2017). A sea monster's tale: In search of the Basking Shark. Wild Nature Press, Plymouth. Desgraciadamente no ha sido traducida al castellano, que yo sepa.
En Galicia hubo también una pesquería a pequeña escala en Porto de Bares a la que dedicamos un artículo: La pesquería del peregrino en Galicia.
³L. Lieber, G. Hall, J. Hall, S. Berrow, E. Johnston, C. Gubili, J. Sarginson, M. Francis, C. Duffy, S. P. Wintner, P. D. Doherty, B. J. Godley, L. A. Hawkes, M. J. Witt, S. M. Henderson, E. de Sabata, M. S Shivji, D. A. Dawson, D. W. Sims, C. S. Jones & L. R. Noble (2020). Spatio-temporal genetic tagging of a cosmopolitan planktivorous shark provides insight to gene flow, temporal variation and site-specific re-encounters. Scientific Reports 10, 1661. https://doi.org/10.1038/s41598-020-58086-4

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