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miércoles, 15 de junio de 2022

Primera cita del solrayo (Odontaspis ferox) en Galicia

Foto: Toño Maño.

El pasado jueves dos de junio apareció en Vilanova de Arousa una hembra de solrayo (Odontaspis ferox) de casi tres metros y medio de longitud. Había entrado por la estrecha bocana de su ría y, tras recorrer más de un kilómetro, llegado hasta el fondo de la ensenada, de donde ya no pudo volver. Se trata de la primera cita de esta especie en Galicia. Un acontecimiento biológico excepcional que no empaña la tristeza de ver un animal tan extraordinario terminar sus días en un lugar que no es el suyo.

0. Vilanova de Arousa. El tiburón había sido capturado accidentalmente esa misma mañana no muy lejos de allí, entre el pueblo y la Illa de Arousa, por la red de enmalle de un pequeño pesquero. Una vez liberado ―el patrón me comentaba sorprendido que el animal apenas hacía esfuerzos por soltarse, por lo que tuvo que agarrar un cuchillo y cortar parte del aparejo―, se alejó nadando y permaneció varias horas por esa parte de la ría de Arousa antes de enfilar hacia Vilanova para su particular viacrucis: atravesó la bocana del puerto, pasó bajo la pasarela peatonal que conduce a la playa del Terrón, cruzó el puente de la carretera de la Illa y a los pocos metros quedó varado en unas rocas cerca de la orilla. Allí se lo encontró, sobre las siete de la tarde, el guardapesca Abrahám Rey, quien con un largo tronco pudo ayudar al animal a zafarse, operación que duró unos veinte minutos. Según comentó al Diario de Arousa, "el animal estaba cansado y le costaba moverse".
     Y el tiburón siguió directo hacia su trampa mortal.

Izq. Una de las fotos de la captura (Foto: José Dorado Solar). Dcha. El animal varado sobre las rocas (foto superior tomada del Diario de Arousa; inferior: Diversimar).
1. Qué es un solrayo Odontaspis ferox y de quién viene siendo. El solrayo es un tiburón bastante poco conocido y, por ello, de los más fascinantes. Su mundo son las profundidades lejos del ser humano. Ocasionalmente se deja ver cerca de la superficie o en la red de un arrastrero, tristemente, pero jamás dentro de una ría. Es bastante poco lo que conocemos de sus costumbres y su biología. Tiene una distribución amplia en mares templados y cálidos posiblemente de todo el mundo ―se ha capturado en aguas de 6-20ºC―. Vive asociado a los fondos y el talud superior de las plataformas continentales e insulares entre los 10-1015 m, aunque es más habitual a profundidades inferiores a los 300 m. Parece que adopta hábitos epipelágicos en tramos oceánicos de 2000-4000 m de profundidad. Desde hace unos años se están observando hembras adultas tal vez grávidas en varios puntos de las Canarias, en particular en aguas superficiales (1-20 m) del área marina protegida de Punta de la Restinga-Mar de las Calmas, en la isla del Hierro, lo que podría interpretarse como un indicio de filopatría¹.

El aspecto del Odontaspis es imponente: cuerpo grandote ―puede superar los 4,5 metros― y robusto rematado en un morro cónico, largo y bulboso que se extiende sobre una boca también grande y repleta de dientes largos, finos y afilados... y bien visibles. Pero las apariencias engañan. En realidad es un pez pachorrón y pacífico que se alimenta de peces medianos y pequeños, incluidos otros tiburones, calamares y gambas. No siente el menor interés gastronómico por las personas, los bañistas no le van.
Fotos: Toño Maño.
El nombre científico incide en este aspecto salvaje y despiadado. El significado del adjetivo latino ferox es evidente, mientras que su nombre genérico es un compuesto de las voces griegas odontos 'diente' y aspis 'víbora, cobra'. El binomio puede traducirse como "feroz dientes de víbora", en alusión al tamaño, forma y posición de sus dientes.

Las alrededor de 550 especies de tiburón que se han descrito hasta la fecha en todo el mundo se clasifican en nueve órdenes y 36 familias (véase Tiburones del mundo). El Odontaspis pertenece al orden Lamniformes, el mismo del tiburón peregrino, los marrajos y el tiburón blanco, y, dentro de él, a la familia Odontaspididae, que hasta ahora compartía con uno de los tiburones más conocidos por los asiduos a los acuarios, el tiburón toro (Carcharias taurus), como el famoso Gastón que, trasplantado desde Sudáfrica, tiene su domicilio en la Casa dos Peixes de Coruña (ahora, el C. taurus tiene familia propia, Carchariidae). Puede decirse que son primos hermanos, por eso se parecen tanto.
Izq. Solrayo en el Hierro (foto de Sergio Hanquet tomada del Diario de Avisos). Dcha. Tiburón toro (foto: Andy Murch, sharksandrays.com).

2. El primer registro de Odontaspis ferox en aguas de Galicia. En los mapas de algunas guías de referencia como por ejemplo la de Ebert y Stehmann (2013)², Galicia aparece tangencialmente como parte de la distribución del Odontaspis ferox en el Atlántico NE: es el extremo de un largo trazo que se inicia a la altura de las Rías Altas y se extiende hacia el este todo a lo largo de la costa cantábrica española para ascender por la francesa hasta el departamento del Charente Marítimo. Es decir, marca el inicio de su área de distribución en el golfo de Vizcaya. Sin embargo, en los textos no hay ninguna mención explícita a Galicia. ¿Cómo puede ser esto?
     Lo que ocurre es que estos mapas responden a un modelo estimativo basado, curiosamente, en tan solo dos registros, ambos de machos muy jóvenes: un ejemplar de 141 cm capturado en 1931 más o menos en el borde continental a la altura de La Rochelle, en torno a los 46ºN, 4ºW, que constituye, en principio, su registro más septentrional, y otro de 121 cm capturado en 1970 en algún lugar sin especificar de la costa cantábrica española. De aquí para el sur las citas son más abundantes: las Azores, Canarias, Madeira, etc.³
      Sin embargo, al margen de lo que recoge la literatura científica, otros dos ejemplares de Odontaspis fueron observados y fotografiados en la costa francesa: uno nada menos que en Agon-Coutainville, en Normandía, a la entrada del Canal de la Mancha, y el segundo en Bretaña, en Pénestin⁴. 
     El 18 de marzo de 2023 se produce un acontecimiento que recuerda bastante a este de Vilanova, tanto por lo insual del hecho en si, como por tratarse de una zona costera alejada y casi podría decirse que incompatible con el hábitat natural de la especie. Una hembra (a juzgar por las fotografías) llega hasta Lepe Beach, en pleno Solent, muy cerquita de Portsmouth, donde termina varada y finalmente muerta. Y un par de semanas después, una hembra de 4,3 m aparece varada en Wexford, en en extremo suroriental de Irlanda. Se trataría del registro más septentrional de esta especie. Tenéis toda la información y algunas fotografías en Solrayo (Odontaspis ferox).

Solo hay una obra que expresamente cita esta especie en nuestras aguas, la Guía dos peixes de Galicia, de Solórzano, S. Devesa y Lidia Soutullo, publicada hace casi cuarenta años. Comprensiblemente, la información que aporta es un tanto imprecisa: "Na nosa costa é moi raro. (...) achégase á costa durante o verán, cando se eleva a temperatura da auga. (...) Debido á súa rareza é practicamente descoñecido". Y en algún punto deja caer afirmaciones que, como mínimo, son muy discutibles, como la de que en el Mediterráneo, donde es más abundante, el solrayo "pode chegar a ser perigoso para o home". El error más importante está en el dibujo que representa la especie, que claramente no es un Odontaspis ferox, sino su pariente el Carcharias taurus; incluso le han puesto las típicas manchas de su librea. Solo acierta en la posición de la primera dorsal, que en el C. taurus está bastante más retrasada.
     El solrayo ya no aparecerá en el Inventario dos peixes do litoral galego publicado cinco años después, en 1988, por el mismo primer autor.
Imágenes del solrayo varado en Vilanova (fotos: Toño Maño). Arriba a la izquierda, el dibujo que aparece en Solórzano et al., 1983.
Así pues, el primer Odontaspis ferox registrado en Galicia es esta hembra que apareció en Vilanova el dos de junio del 2022. Los biólogos que al día siguiente la estudiaron en la nave de obras del ayuntamiento comunicaron a la prensa que tenía 336 cm de longitud y unos 300 kg de peso y que su estómago estaba vacío, lo que quiere decir que debía de llevar tiempo sin alimentarse.
     Teniendo en cuenta que la talla de maduración para las hembras se sitúa en torno a los 300-350 cm, es posible que fuese una adolescente en pleno tránsito a la madurez. Para constatarlo hace falta conocer los resultados de la necropsia.

3. ¿Por qué llegó hasta aquí? Seguramente es la pregunta más difícil de responder mientras no se publiquen los datos del estudio. En todo caso, lo que parece evidente a la vista de su comportamiento es que el tiburón se encontraba muy débil y desorientado debido, tal vez, a algún tipo de patología y/o de lesión interna grave, de la que las diversas marcas que presentaba en su cuerpo, particularmente en el costado derecho, podrían ser un indicio.
     Aunque se le hubiese podido devolver al mar, como mucha gente reclamaba, seguramente el animal no habría sobrevivido. En el interés de la ciencia estoy convencido de que lo mejor que pudo haber ocurrido es precisamente lo que ocurrió: que el bicho "decidiese" terminar sus días cerca de nosotros. Gracias a ello, hemos constatado su presencia en nuestro mar y podrá ser estudiado para conocer más de su biología y, tal vez, comprender las causas que lo trajeron hasta aquí.

Ubicación del lugar y trayectoria aproximada del tiburón. Elaboración propia. 
4. Sobre los nombres comunes. Todas las especies reciben una variedad geográfica más o menos extensa de nombres comunes, por eso, entre otras razones, la nomenclatura científica es tan necesaria: una especie, un nombre exclusivo. Para el Odontaspis ferox, el nombre común en castellano más extendido y aceptado en nuestro país es solrayo. Eso de "tiburón dientes de perro", que suena tan efectista y circense, nunca se había utilizado aquí, por eso llamó tanto la atención cuando apareció en muchos de los periódicos que se ocuparon de la noticia hace un par de semanas. Esta denominación procede del Caribe de habla hispana y, de todas las que este tiburón recibe en los diferentes lugares de esa parte de América, es la aceptada por la American Fisheries Society, según recoge el biólogo de la NOAA José I. Castro en su monumental The Sharks of North America.

En gallego no disponemos de un nombre común para el Odontaspis dado que nunca hasta este año se había visto por aquí, por eso tenemos que buscar uno. Hace pocos días un cargo del "servicio de normalización lingüística" de cierta universidad, muy pagado de si mismo, exigía que no empleásemos el término "solraio", la adaptación de solrayo a la fonética del gallego, sino un nombre inventado hace veinte años para un libro de vocabulario gallego: "tiburón de area". El articulista defendía que es mejor copiar de "idiomas de nuestro entorno" antes que agarrar cualquier cosa del español. Debe de considerar que Galicia es una comunidad autónoma vecina de Wiskonsin, y no de Asturias, León o Zamora. Por no hablar del hecho de que el portugués tubarão areia, en el que se basa su propuesta, tampoco es una palabra vernácula, sino que viene del inglés sandtiger shark. El articulista insiste en que hay que huir del español "como del propio tiburón". En fin, se comenta solo. Alguien que le quiera bien debería explicarle a este paisano que solrayo ni siquiera es un término de origen castellano, sino un préstamo del catalán solraig, que además es una palabra bien bonita: se trata posiblemente de una disimilación de la voz solroig, 'rojo como el sol', en alusión a la tonalidad pardo rojiza del animal.

Izq. Foto: Toño Maño. Dcha. Foto: José Dorado Solar.

-------🚙💨ODISEA A BORDO DE UN CITROËN-DeLOREAN (Diario personal📝)-------

a. La noticia alucinante. Las noticias del solrayo comenzaron a llegar a mi teléfono la misma tarde de ese jueves de manera fragmentaria y un poco deslavazada. Primero fueron las fotos de un "tiburón raro" que, según decían, habían pescado en Galicia. El tipo de cosas que sin conocer la fuente uno valora con una ceja levantada ("¿Un odontaspis? ¿Aquí?"). Muchos minutos después llegaron otras fotografías de lo que parecía el mismo animal, pero muerto o moribundo en unas rocas a poquita profundidad, y por último un vídeo. Era Galicia, ahora ya no había duda. Y a la primera ceja levantada se le sumó la segunda (menos mal que solo tenemos dos). Alucinante.
     Vagamente recordaba que nuestro mar figuraba de algún modo en algunas guías como parte de la zona de distribución de esta especie (de hecho la había incluido en el apartado de citas dudosas del listado de tiburones de Galicia), pero no conseguía recordar si había alguna referencia más concreta. No estaba en casa y el móvil apenas tenía batería. En cualquier caso tenía claro que era un acontecimiento único que no me podía perder por nada del mundo. "¡Voy para allá! ―me dije―. Pero ¿dónde carallo es allá?". La respuesta llegó a última hora a través de una red social: Vilanova, justo al otro lado de la ría. Seguro segurísimo.
     Conozco el pueblo y enseguida encajé las imágenes: el puente que se veía en el vídeo era el de la carretera que va hacia la Illa. ¡Estaba a unos 50 minutos! Me fui a casa, dejé la bolsa de la compra, agarré a mi hija, o ella me agarró a mi, o nos agarramos el uno al otro (no recuerdo), y arrancamos, contentos como cascabeles. El sol aún tardaría más de una hora en ponerse.

Fotos: Toño Maño.
b. Citroën en un DeLorean transformado. Y cuando llegamos al lugar donde se había grabado el vídeo... ocurrió que el bicho no aparecía por ninguna parte. ¡Ni rastro! El gozo en un puñetero pozo. Al fondo, sobre la sierra del Barbanza, había entrado una franja de nubes que sofocaba la luz del crepúsculo y en el aire flotaba un agradable olor a algas y eucalipto. Al cabo de unos minutos mi hija sugirió: "En el puente hay gente mirando. ¿Y si volvemos por ahí?". Abatido y escéptico, obedecí, al fin y al cabo fui yo quien había dirigido toda la operación. Ahora le tocaba a ella. 
     Llegamos a la altura de unos paisanos que estaban apoyados en la baranda, observando y comentando, e hicimos lo que ellos: mirar. Y entonces vimos los destellos azules que venían del fondo del Esteiro, de la parte de Caleiro; distinguimos un coche de la policía y, delante, al borde del agua, un grupo de personas. Justo en ese instante recibí la llamada de un buen amigo que me confirmaba que el tiburón seguía allí (no, no se lo habían llevado), y además estaba vivo. Ju tenía razón.
     No hace falta decir que en cosa de nanosegundos nos materializamos en aquel lugar ―el Citröen de pronto transformado en un DeLorean―, que naturalmente no era Hill Valley, California, sino A Pantrigueira, parroquia de Caleiro, Vilanova, que es mucho más bonita y además no se encontraba en el futuro, sino en un presente inolvidable. En la orilla, al pie de una rampa de tierra y cascotes, se había congregado un puñado de curiosos y un policía municipal. Y a unos 20-30 metros divisamos la oscura forma sobre la superficie. A su lado había una persona con un móvil. Pregunté al policía si era peligroso meterse en el agua para ir andando hasta allí, si había pozas o cualquier cosa rara (¡yo qué sé!). "Pola aghua non tendes problema. A cousa é se hai cristales ou puntas na area. Non vaiades poñer o pé enriba".
     Nos miramos, nos descalzamos y allá nos fuimos. Había pocos centímetros de agua, pero los pies se hundían en el fango mezclado con algas, caliente, esponjoso y suave como pasta de babosa, pensé. Resultaba un tanto desagradable, pero ahí estaba el magnífico pez.
Al fondo se observa el puente de la carretera de la Illa y, detrás, se puede apreciar la pasarela peatonal que une Vilanova con el Terrón. La boca del Esteiro se encuentra todavía más allá. Foto: Julieta Maño Capurro.
c. El magnífico pez. El pez era imponente, ninguna foto le hace justicia. Estaba inmóvil, aprisionado sobre el fango con el agua a la altura de los ojos: era una masa compacta, firme como una roca, que no podía dejar de admirar. Viéndolo desde la altura de una persona, las sensaciones eran contradictorias: por un lado se podía adivinar la potencia y fortaleza de aquel cuerpo perfectamente diseñado y, por el otro, su fragilidad y, acaso, su desamparo. Sus ojos también observaban, fijamente. Salvo por nuestra presencia, todo estaba en calma. No soplaba la más mínima brisa y la superficie del agua estaba lisa como un plato. Había algo irreal en toda aquella situación.
     De pronto el animal pegó una sacudida, levantó la cabeza la boca se abrió y cerró con un golpe seco, sordo, duro, que pareció clavarse en el aire como un proyectil―, la giró hacia un costado y la dejó caer. Fue un breve instante en el que todas esas sensaciones tan cargadas de significado moral, tan humanas, se convirtieron en un absurdo, en un sinsentido. Aquella criatura era una fuerza pura, un torrente de energía que luchaba contra su extinción. No había debilidad ni desamparo en aquel gesto, solo lucha.
     A lo largo de la hora y pico que estuvimos allí el tiburón no volvió a sacudirse con tanta potencia. Se le iban las fuerzas minuto a minuto.
     Aparte de las esperables erosiones y marcas provocadas por el aparejo y las rocas, el cuerpo del animal presentaba un número de heridas y cicatrices que se concentraban sobre todo en el costado derecho. Las más importantes no parecían recientes. 
Fotos: Toño Maño.
d. Paisanos, policías y cowboysA medida que bajaba la marea llegaban más curiosos y, con ellos, el municipal. Algunos se acercaban, bajo su discreta mirada, a tocar al tiburón, pasaban la mano por el lomo en un sentido y en el otro (incluso así, la piel del solrayo es más suave que la de otras especies), comprobaban la consistencia de las aletas, comentaban las marcas sobre su cuerpo. El ambiente se llenaba con sus expresiones de sorpresa, curiosidad, admiración e indignación (cómo era posible que nadie hiciera nada por el pobre animal), y también con sus bromas. Alguien propuso filetearlo y venderlo como pez espada (estas cosas pasan), antes de venirse arriba e intentar sentarse a caballito sobre su lomo, sujetando la dorsal como si fuese una silla de montar. Ahí el paciente municipal se vio obligado a intervenir con firmeza.

De vez en cuando el tiburón se retorcía, su cuerpo se tensaba y doblaba, las aberturas branquiales se abrían ligeramente, de algunas caía un hilo de sangre. Estaba ahogándose. Sus fauces se abrían y cerraban como si quisiesen apresar la vida que se le escapaba. Pero lo único que había conseguido atrapar era una bola de algas que tenía ensartada entre los dientes y que le confería un aspecto trágicamente grotesco. 
Fotos: Toño Maño
Los perfiles del Barbanza se desvanecían junto con los restos del día. En su retirada, la última luz del ocaso parecía llevarse consigo también el agua y el último aliento del pez. Como en un buen western de Peckinpah. El ambiente se iluminó con las luces de los móviles y de las lejanas farolas. Sobre las once llegó otro municipal, más alto, corpulento y malencarado, y nos echó a todos de malos modos. Con lo poco que cuesta ser amable. El paisano que quiso ser cowboy se negaba a acatar las órdenes; tras un tira y afloja se declaró biólogo aficionado y se alejó protestando con científica indignación.

En algún periódico he leído que allí había "cientos de personas" y que la policía se había visto obligada a intervenir "para evitar males mayores". Pues bien, esto sencillamente no es cierto. Para empezar, no éramos "cientos de personas" los que estábamos allí. Aquello no era una manifestación, sino una reunión de curiosos que no llegábamos al medio centenar. Por otro lado, la expresión "males mayores" presupone que hubo antes algún "mal", y excepto para el pobre animal, allí el único "mal" que sufrimos los que caminamos a dos patas fue la pena. El tiburón ni "lanzaba mordiscos" ni "daba latigazos" con la cola, como , sencillamente se retorcía en su agonía. Solo con mantenerse apartado un par de metros de la cabeza era suficiente para evitar cualquier susto. Y ya no digamos cuando el agua se retiró por completo... A menos que alguien albergase el temor de que al tiburón de pronto le creciesen piernas y brazos y echase a correr detrás del personal arrancando cabezas a dentelladas. Excepto el incomprendido y frustrado cowboy, la gente actuó en todo momento con razonable cautela. 

Foto: Julieta Maño Capurro.

e. Qué pasó con el tiburón. Al día siguiente la prensa informó de que el tiburón murió en torno a la una de la madrugada y que el ayuntamiento mandó una pala del servicio de obras para llevárselo, "bajo la coordinación de la Policía Municipal y la colaboración del Seprona", a la nave donde por la mañana el personal de la Cemma le practicó una necropsia y tomó muestras.

Pasadas las once y cuarto, el DeLorean había vuelto a ser definitivamente Citroën. Rendidos y desinflados, arrancamos de vuelta hacia el otro lado de la ría previa parada técnica en Villagarcía, en un famoso restaurante escocés, como se decía en aquella película.

_____________________________Fin del diario__________________________________


Foto: Julieta Maño Capurro.

 

ACTUALIZACIÓN A 14 DE FEBRERO DE 2023: Acaba de publicarse la comunicación científica que da cuenta de este primer registro de Odontaspis en Galicia: Gonzalo Mucientes, Nair Vilas-Arrondo, Giulia Secci-Petretto et al. (2023). First Confirmed Record of the Smalltooth Sand Tiger, Odontaspis ferox, in Galicia (NW Spain). Thalassas: An International Journal of Marine Sciences. https://doi.org/10.1007/s41208-023-00526-9

👉MÁS INFORMACIÓN SOBRE ESTA ESPECIE: Solrayo (Odontaspis ferox).


👉ÚLTIMA ACTUALIZACIÓN, VIERNES 12 DE MAYO DE 2023.

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NOTAS

¹Claudio Barría, A. I. Colmenero, A. del Rosario & F. del Rosario (2016). Occurrence of the vulnerable smalltooth sand tiger shark, Odontaspis ferox, in the Canary Islands, first evidence of philopatry. Journal of Applied Ichthyology, 00:1-3. https://doi.org/10.1111/jai.13644
²David A. Ebert & Matthias F. W. Stehmann (2013). FAO Species Catalogue for Fishery Purposes: Sharks, Batoids and Chimaeras of the North Atlantic. FAO, Roma.
³Véase Ian K. Ferguson, Ken J. Graham & Leonard J. V. Compagno (2008). Distribution, abundance and biology of the smalltooth sandtiger shark Odontaspis ferox (Risso, 1810) (Lamniformes: Odontaspididae). Environmental Biology of Fishes, 81: 207-228. doi:10.1007/s10641-007-9193-x
En agosto de 2012 un macho de unos 250 cm y entre 200-300 kg apareció varado en una playa de Agon-Coutainville (en la entonces Baja Normandía, ahora integrada en la región de Normandía a secas). Al parecer, según comenta alguna prensa, el ejemplar fue devuelto al mar con vida antes de que un biólogo in situ pudiese confirmar su identidad. No obstante, existen testimonios y fotografías. Ebert & Stehmann despachan esta noticia así: "In 2012, a dead Odontaspis sp., presumably this species [refiriéndose a O. ferox], was washed ashore on the coast of Normandy (western English Channel), but no living individuals have been reported this far north". (David A. Ebert, Matthias F. W. Stehmann (2013). FAO Species Catalogue for Fishery Purposes: Sharks, Batoids and Chimaeras of the North Atlantic. FAO, Roma).
     Y en septiembre del 2013 una hembra de 324 cm y 220 kg (esta vez medida por científicos) apareció muerta en la playa de Pénestin, en el sur de la Bretaña francesa. Si existe una comunicación científica, no he sabido encontrarla. 

Izq. Normandía, 2012 (fuente: Sharkyear Magazine). Dcha. Bretaña, 2013 (fuente: thelocal.fr).

Finalmente, entre marzo y mayo de 2023, en apenas dos semanas, nada menos que tres ejemplares aparecieron muertos en las islas británicas: dos en el sur de inglaterra (en Dorset y en el Solent) y uno en las costa SE de Irlanda, que se convierte así en el registro más septentrional de la especie. Un hecho tan extraordinario como sumamente preocupante [más detalles en Odontaspis ferox en las islas británicas].
Manuel R. Solórzano, Sergio Devesa & Lidia Soutullo (1983). Guía dos peixes de Galicia. Editorial Galaxia, Vigo.
Manuel R. Solórzano, José L. Rodríguez, José Iglesias, Francisco X. Pereira & Federico Álvarez (1988). Inventario dos peixes do litoral galego (Pisces: Cyclostomata, Chondrichthyes, Osteichthyes). Cadernos da Área de Ciencias Biolóxicas (Inventarios). Seminario de Estudos Galegos, Vol IV. Edicións do Castro, O Castro-Sada.
José Ignacio Castro (2011). The Sharks of North America. Oxford University Press, Oxford, Mass.
Véase Diccionario del castellano del siglo XV en la Corona de Aragón (DiCCA XV), del Grup d'història i contacte de llengües de la Universidad de Barcelona. Como curiosidad, la primera documentación de la voz "solrayo" es del año 1423 en la Corona de Aragón.


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BIBLIOGRAFÍA

Para la redacción de este artículo me he basado en las noticias y crónicas publicadas por la prensa gallega durante los días dos y tres de junio, particularmente el Diario de Arousa, La Voz de Galicia y el Faro de Vigo.
     Otras obras consultadas, además de las mencionadas en las notas, fueron las siguientes:
     -David A. Ebert & Marc Dando (2021). Field Guide to Sharks, Rays & Chimaeras of Europe and the Mediterranean. Princeton University Press, Princeton, NJ.
     -David A. Ebert, Marc Dando & Sarah Fowler (2021). Sharks of the World: A Complete Guide. Princeton University Press, Princeton, NJ.

2 comentarios:

  1. Estupenda noticia y gran relato de vuestra experiencia. Un animal increíble, ha sido un hallazgo sorprendente. Un saludo

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    1. Muchas gracias. En efecto, un hallazgo increíble y una experiencia extraordinaria, pese a los sentimientos encontrados. Saludos.

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